jueves, 6 de agosto de 2020

20 años del último gran debut


Si el 16 de julio del 2000 es una fecha sagrada, más que digna de recuerdos para los hinchas Milrayitas, el 6 de agosto también se ganó su espacio en nuestras efemérides y en nuestras retinas y mentes. Fue el primer periplo del último torneo que Los Andes jugó en la máxima categoría del fútbol argentino. Ese triunfo ante la Academia, sufrido como lo es nuestra historia, con la excusa de festejar por partida doble cuando se logra el éxito, sin dudas es una de las jornadas que más lágrimas y felicidad nos regaló. Haciendo un repaso rápido por lo que nos depositó en Primera, arrancamos en mediados de 1999 con un torneo del Nacional B que obligaba a nuestro club a realizar una excelente campaña para mantener la categoría, con un plantel que se armó de manera austera ante las necesidades económicas y que tenía al eterno Gordo Ginarte como capitán del barco, sumado a deudas y demás, en fin, cuestiones de las que ya sabemos. Con el correr de las fechas, la desesperación de sostener la estadía en la división se convirtió en ilusión al haberse conformado un plantel sólido que comenzó a obtener resultados. El 2000 nos regaló tardes de alegrías infinitas de local y visitante, aunque una noche de tristeza total en el Centenario contra Quilmes. Pero en el mismo escenario, el destino nos llevó a torcer la historia para tomar el camino más feliz. Y vaya que todavía sigue siendo importante. 
Habían pasado 29 años del último partido en Primera, un mano a mano contra Atlanta en Villa Crespo para ver quién se quedaba o se iba, que terminó en un 3-0 desfavorable y en décadas de un retorno esquivo. Pero llegó ese ansiado domingo del 6 de agosto del 2000 y había un nuevo punto de partida. Aunque se repetían escenas del torneo pasado, había que cosechar bastantes puntos para mantener la categoría y conformar un plantel de manera urgente en un par de semanas. 
Se había hecho costumbre pareciera, primero Banfield, luego Quilmes y ahora Avellaneda, otra vez la Zona Sur veía miles y miles de almas albirrojas nuevamente trasladarse para manifestar su devoción y amor a Los Andes en otra cita cargada de sensaciones. Desfilaban las camisetas que vistieron al Milrayitas en otras divisiones, era furor la ED con la montaña que iba a hacer su estreno esa tarde. Todos los barrios querían decir “presente” en las banderas colgadas en el alambrado. Cualquier accesorio venía bien para ponerle Rojo y Blanco a la tarde, banderas de palo, gorras, gorritos, cadenitas, disfraces, máscaras, pelucas. Era la continuidad de una fiesta que no quería tener fin, una jornada en la que la ansiedad y el suspenso iba a tener la mejor recompensa. 
Las sonrisas y la emoción maquillaban la tensión y los nervios de este nuevo paso. La lluvia de los papelitos dio un marco épico a la salida de los jugadores, mientras que los hinchas cada vez estábamos más apretados en la tribuna del Cilindro. El inicio del partido nos pegó un baldazo de agua fría cuando apenas pasado el primer cuarto de hora, el Chanchi Estévez ponía en ventaja a la Academia y nos arruinaba el momento. 
Con un primer tiempo complicado, en el complemento nos volvió el alma al cuerpo inmediatamente cuando Víctor López, flamante refuerzo, puso el 1-1. Habían vuelto la algarabía y la ilusión. Sin embargo, lejos de caerse anímicamente, Racing se hizo protagonista y tomó las riendas del encuentro. Volamos una y mil veces con Migliardi descolgando centros o tapando remates, apretábamos los dientes para ver si nuestros defensores podían rechazar la pelota en el fondo. Los Andes tuvo el gol en dos chances claras, una con un centro cruzado que conectó Desagastizábal y la tiró por arriba solo contra el arco y un tiro al palo de López. La tensión era total, no alcanzaban las uñas para calmar la ansiedad. 
Minuto 43 del segundo tiempo. Racing volcado de lleno al ataque le permitía salir de contra al equipo de Ginarte. Y así fue que Pieters se fue por el medio dejando rivales en el camino, entró al área por la izquierda con una corrida al estilo del gol del ascenso, metió un centro bajo al corazón del área. Le pelota le quedó a Caiafa en el primer palo, pero falló en la definición. La pelota siguió su camino. Hasta que el botín derecho de Monje, quien entró solo por el segundo palo, la empujó al fondo de la red ante el achique desesperado de Pezzuti. Un grito de gol que emanó desde las entrañas fue lo que se gritó en la tribuna visitante del Cilindro, las gargantas explotaron con esta nueva excusa para ser felices, hubo abrazos masivos entre hinchas. 
El miedo, la timidez, la precaución y la incertidumbre volaron por los aires con el festejo de gol del Pepe. Se aguantaron con alma y vida, como si estuviésemos dentro del campo de juego, los minutos restantes hasta el pitazo final. Otra vez, se había desatado el festejo y había motivos más que suficientes para celebrar. Eran momentos dulces y había que aprovecharlos al máximo. Los Andes volvía a Primera con todo, con sufrimiento y suspenso, pero con coraje y corazón para sobreponerse a las dificultades. 
Fuente sitio oficial www.clublosandes.com

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