Los hinchas Milrayitas teníamos bien fundada la ilusión de mudanza de los sábados a los domingos, en aquellos días agitados en que casi no pegábamos un ojo. La ansiedad y los nervios se apoderaban de nuestros cuerpos, paralizándonos ante cualquier otra cosa que no fuera Los Andes y la finalísima del domingo.
Por ese motivo, la caravana desde Lomas a Quilmes llevó una multitud, que colmó la tribuna visitante del Centenario, para alentar a nuestro equipo. Autos, micros, colectivos y hasta camiones desbordados de apasionados simpatizantes del Milrayitas que partieron desde el estadio Eduardo Gallardón a puro aliento, cantos y cientos de banderas flameando.
“Después del 2-0 ante Quilmes pensábamos que no se nos podía escapar porque creíamos tener más del 50% del ascenso, que nos daba tranquilidad”, nos dijo Gabi Lobos, en una reciente entrevista. Sin embargo, la incertidumbre carcomía un poco la cabeza: “En la finalísima llegamos a la cancha de Quilmes cantando y saltando para sacarnos un poco los nervios”, también señaló Mauricio Levato.
Cuando nos empezamos a acomodar, saltamos todos con un ¡¡¡Uhhh!!!: Ferrer quedó frente a Lema, pero el arquero evitó con dos manotazos la apertura del marcador. A tragar saliva: Salomón le cometió penal a Giampietri, que lo efectivizó el Pirata Czornomaz, frenando el invicto de Sala en 647 minutos.
Comenzó a atropellar Quilmes desde el manejo de Lenguita y el traslado del Máquina Giampietri. Si bien el trámite parecía controlado por el CALA, hubo que sufrir: sobre el final de la primera etapa, Ceferino Díaz no pudo concretar al pisar el área chica. Algunos fantasmas del empate en tres en el final del torneo se cruzaron por la cancha y los evitamos dando vuelta la cara. “Nos costó mantener la ventaja e inconscientemente nos metimos un poco atrás. Por momento queríamos que pase el tiempo”, indicó el ‘Toro’ Levato, quien recibió un pelotazo y quedó grogui en mitad de cancha.
Los Andes intentaba defenderse lejos de su propio arco y el ‘Gordo’ Ferrer tuvo alguna oportunidad del empate. ‘Cuca’ Arce se lesionó por obra del destino, o circunstancia fortuita, y fue reemplazado por Fabio Pieters, decisivo en la finalísima.
Sala descolgó una lluvia de centros ante la desesperación del local para poner en tablas la diferencia. Ya al cordobés le sonaba una y otra vez: “Andá a dónde vos quieras, pero antes déjame en Primera”, que le había dicho horas antes su compañero Gabi Nasta, cuando ya empezaba a ser vox populi su transferencia del arquero a River. La arremetida del Cervecero casi logra arrebatar el sueño Milrayitas: Bressán despejó en la línea un remate de Baigorria y Sala desvió un picante disparo de Balanda. Los Andes controlaba los embates del local por medio de la firmeza defensiva, la solidez de su arquero y esperaba agazapado para dar el zarpazo.
Hubo algunas oportunidades para Los Andes hasta que el Cuervo Pieters desplegó sus alas, se echó a volar en medio de una desarmada defensa local y logró vulnerar en el mano a mano a Lema. ¡¡¡Gooool!! Absortos por lo sucedido, los hinchas Milrayitas explotamos de alegría, entre una marea de gritos, abrazos y lágrimas.
“Cuando me tocó hacer el gol fue tanta la felicidad por lo significaba que la verdad no sabía qué hacer. Sin embargo, cuando vuelvo a ver la repetición se me pone la piel de gallina por el abrazo de los compañeros y todo lo que significó ese año de trabajo”, dijo el volante, tiempo después en diálogo con el Sitio Oficial. “Durante los últimos 10 minutos del partido me lloraban los ojos, ya que cuando a la noche antes del encuentro me acosté en la concentración y ni pensaba que iba a poder entrar”, agregó Pieters. Mientras Darío Sala reveló: “Jamás pensé que iba a llorar adentro de una cancha de fútbol. Pero cuando el Cuervo (Pieters) hizo el gol no pude contener la emoción. Fue la primera vez que me pasó algo así”.
La suspensión del partido no paró la fiesta, que se había desatado en la tribuna visitante, donde algunos ya dejarían de añorar la década del 60 y ser los únicos contemporáneos de aquella época dorada del fútbol del club. Muchos por primera vez veríamos con nuestros propios ojos a Los Andes en la máxima categoría, codeándose con los más grandes.
“Concretamos un sueño, un sueño impensado al comienzo del campeonato pero que luego fue madurando hasta demostrar ser el mejor equipo. Terminamos convenciendo a propios y extraños de que hay que sacarse el sombrero por las buenas armas, que utilizó Los andes para ganar esto”, dijo Jorge Ginarte, al diario Crónica luego del partido.
La caravana volvió a Lomas afónica de tanto gritar, con los jugadores subidos ya a la autobomba. “Lo más lindo fue el traslado en el camión de los bomberos desde la Sede a la cancha: todos los hinchas festejando y saludando, algo impagable e imborrable de aquel ascenso que queda en el recuerdo, además del grandioso recibimiento en el estadio Gallardón”, dijo el goleador de Los Andes, el ‘Gordo’ Ferrer.
En la cancha ya estaba toda la familia Milrayitas festejando el ascenso esperando a los héroes y gritando “Los Andes ya estuvo en Primera y un día tenía que volver; por toda la gente que lleva, le queda chiquita la B…”. El estadio fue vestido de rojo y blanco por 30 mil almas que no pararon de expresar su alegría, mientras los fuegos artificiales adornaron como guirnaldas el cielo de aquella noche. El recibimiento del plantel fue a pura manifestación de agradecimientos por el logro. Entre cantos y gritos llegó la vuelta olímpica más esperada: después de 29 años pisaría Primera. Ni el camión de bomberos en el Gallardón, ni mil autobombas podían apagar tanto fuego y alegría de aquella multitud que copó nuestra cancha en los festejos, que se prolongaron por varias semanas. Para no borrar de nuestras retinas esta alegría. No hay que despertar… el sueño se hizo realidad: Los Andes ascendió a Primera.
jueves, 16 de julio de 2020
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